En la ciudad de Bogotá, Colombia encontramos un restaurante – pastelería de gran tradición, visitado por turistas y locales ofrece todo tipo de comidas con una gran atención y sobre todo su ambiente republicano que te hace viajar al pasado como si de una maquina del tiempo se tratara.
Su fundación se remonta al año 1936, lo que le ha permitido ser testigo de innumerables sucesos de la capital de Colombia, desde hechos como el Bogotazo hasta la reciente peatonalización de la carrera séptima, grandes personalidades como Jorge Eliécer Gaitán y León de Greiff han pasado por sus instalaciones gracias a su ubicación estratégica en el centro de la ciudad, políticos, escritores, músicos y por su puesto miles de turistas y colombianos que tienen un gran aprecio por este lugar.
Ubicación
Llegar es muy sencillo, esta cerca de lugares turísticos como el museo del oro, la plaza de bolívar o el planetario distrital, se ubica en la carrera 7 # 21-46, la carrera 7 ha sido recientemente peatonalizada así que debes llegar caminando, puedes visitarla cuando realices el recorrido por el centro de la ciudad.
La oferta gastronómica es muy amplia, tradicionalmente ha sido un lugar de reunión para tomar onces en la tarde, charlar con amigos en su amplio salón republicano, disfrutar bebidas características de la región como un buen chocolate santafereño, tambien pasteles y panaderia, recientemente ampliaron su oferta a platos fuertes a la carta.
Lo visitamos en dos ocasiones, la primera vez para almorzar y otro día a las 5pm para tomar un refrigerio. cuenta con tres niveles, el primero es un poco oscuro, te recomendamos el segundo que fue el que conocimos, el tercero no lo conocemos. Desde que entras, la atmósfera es elegante con fotografías antiguas de Bogotá, puertas de madera clásicas se abren y te dan la bienvenida, a la izquierda encuentras una escalera de caracol que te lleva al segundo nivel; mientras subes aprecias mas fotografías y notas periodísticas sobre su historia. al llegar, un imponente salón de gran altura y muebles clásicos te sorprenden, vitrinas con objetos clásicos, desde vajillas, basculas y mas fotografías te hacen imaginar en las frías tardes capitalinas de hace 50 años. se ve un lugar acogedor por sus tonos y su gran chimenea central.
Manejan dos cartas, una para platos fuertes y otra para una para onces, probamos un róbalo al ajillo y un arroz frito para el almuerzo. aunque la atención es excelente el sabor no está al mismo nivel, no esta mal pero tampoco grandioso. el siguiente día lo visitamos en la tarde, ordenamos chocolate, aguadepanela, queso, panes y fue excelente, sin duda este es el fuerte del restaurante.
Sin duda alguna es un lugar para visitar en tu paso por la capital, infaltable luego de un día de largas caminatas conociendo los principales sitios turísticos en el centro, donde podrás tomar algo caliente para esos momentos lluviosos o algo refrescante para los, ahora frecuentes días soleados.